lunes, 16 de mayo de 2011

Bs As: Maltrato y humillacion en el neuropsiquiatrico Borda

Al referirse a la situación del Hospital Borda, los autores advierten que los pacientes pueden pasar “horas y horas bajo contención”, atados, sin ser atendidos; afirman que existe una especie de “shopping, donde los profesionales eligen para que no les metan un paciente problemático”, y señalan el “aprendizaje vivencial” que el paciente efectúa “cuando un enfermero lo levanta a los gritos para insultarlo”.


“La admisión es un infierno”, se escucha frecuentemente entre los pacientes. Y sí, arde, quema, arrasa como el fuego con la subjetividad del paciente y lo somete a una nueva cultura: la manicomial. Un paciente ingresa en la guardia del Hospital Borda. Es probable que haya ingresado por los poco precisos diagnósticos de “descompensación psicótica”, “alcoholismo crónico”, “ideación suicida”, entre otros. Esta persona llega, en el mejor de los casos con una familia contenedora, o, en el peor de los casos, en un móvil policial, con personas que no están preparadas para lidiar con estas crisis, y no sería raro que haya recibido alguna golpiza. El paciente es llevado a la guardia, donde se realiza la entrevista psiquiátrica; en muchas ocasiones, la bienvenida es un medicamento inyectable.

A partir de ahí es derivado al servicio de admisión: servicio de arrasamiento subjetivo por excelencia. Al llegar a la admisión, se le retiran las pertenencias, que van a parar al depósito hospitalario; no se le permite ver a los familiares, que a esta altura están angustiados, perplejos y con miedo de dejar a su ser querido en este lugar. Estos familiares, en la mayoría de los casos, no reciben contención verbal. Se pueden escuchar diálogos donde el familiar dice: “... Bueno, le dejo una toalla, un cepillo de dientes, algo para que se higienice”, en un intento de mantener hábitos que el paciente venía sosteniendo. “Sí”, se le responde, pero, a poco de ingresar, sus pertenencias desaparecen.


Eran las pertenencias que lo ligaban con su cotidianidad. A largo plazo desaparecerán también los hábitos adquiridos, en un proceso de desculturización. Los referentes identificatorios se van esfumando: corte de pelo compulsivo, ropa que no elige; no hay espejos ni relojes, puede pasar días sin mirarse y sin saber día y hora. Así se abre paso una nueva enfermedad: la enfermedad institucional.

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