martes, 20 de diciembre de 2011

Tucumán: Yo vi a Bussi y a otros oficiales fusilarlos


Desde Tucumán, detrás del hallazgo, esta semana, de los restos humanos enterrados durante la dictadura en una fosa común del predio militar de Arsenal Miguel de Azcuénaga, en Tucumán, está la historia del hombre que lo posibilitó con su denuncia, hace 15 años. El hallazgo: esqueletos de al menos 15 individuos parcialmente quemados. El hombre: Omar Eduardo Torres (61), el ex gendarme que presenció varios de esos fusilamientos y fue una pieza fundamental para que el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) excavara en el lugar exacto. Hoy el ex gendarme Torres se siente satisfecho, no sólo porque la verdad salió a la luz, sino también porque pudo demostrar ante la sociedad tucumana que el horror que él había presenciado y contado varias veces era verdad.


Yo me enteré de que los datos que había aportado eran correctos en abril de este año, cuando se encontró la primera fosa, pero antes tuve que soportar que muchos cuestionaran mi testimonio, entre ellos el ex juez federal Mario Racedo, que mientras estuvo a cargo mandaba a excavar en los lugares que yo no le había dicho, para dejarme mal. La situación se revirtió cuando se hizo cargo el doctor Daniel Bejas”, revela Torres y vuelve a recordar el pasado para contarlo.

—Hoy, 36 años después, ¿qué recuerda de aquella época?

—El olor a carne quemada que contaminaba el aire fresco después de los fusilamientos, era irrespirable, durante mucho tiempo lo tuve impregnado en mis fosas nasales. Recuerdo que yo no podía comer del hedor que había.

—¿En qué circunstancias se producían esos fusilamientos?

—Cada 15 o 20 días se hacía presente en el arsenal Antonio Domingo Bussi. A veces venía acompañado por el entonces jefe de la policía, Zimerman, y varios oficiales más. Llegaban alrededor de la medianoche en una caravana de autos. Bussi siempre vestía de combate. Se hacía un pozo de cuatro a cinco metros de ancho y dos de profundidad. Los detenidos se arrodillaban con los ojos vendados o encapuchados a la orilla del pozo y allí Bussi y otros oficiales les disparaban un tiro en la nuca. Yo vi a Bussi fusilarlos.

—Durante esas ejecuciones, ¿había presos que se rebelaban con el último aliento?

—No, porque cuando llegaban al pozo estaban bastante machucados para decir nada. Se les pegaba por cualquier cosa, no tenían derecho a rebelarse por nada. Si se quejaban por la comida los castigaban o se los privaba de las siguientes comidas y siempre estaban amenazados de que los iban a fusilar.



Fuente: Periodico Lea

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