Un nuevo caso de contaminación derivado de aplicación de agroquímicos tuvo lugar en la localidad del centro-Este de la provincia de Formosa. Como un suceso inevitable, los agricultores familiares de las colonias esperan con resignación las consecuencias dejadas por el paso de la modernidad agrícola, sin encontrar instituciones que se hagan eco de sus derechos. Ya se cuentan ocho de estos casos desde el año 2006 ininterrumpidamente en los que a las familias perjudicadas no se les han reconocido el daño y los responsables tampoco vieron sanciones que tiendan a modificar su conducta.
"Mirá, así esta todo con pata de rana, esto no se recupera mas" dice Germán Báez con una ligera mueca en la cara. El agricultor de colonia Sarmiento, señala en las plantas de zapallo, la consecuencia más elocuente que se hace visible en los cultivos luego que sufran un involuntario baño de herbicidas proveniente de aplicaciones en parcelas vecinas. Él ha aprendido por su propia experiencia a reconocer los daños por contaminación con 2,4 D, luego de haber sufrido las mismas consecuencias el año pasado en una parcela de 1,5 ha de algodón.
Germán hace trece años que esta instalado en su parcela del kilómetro 1500 de la ruta nacional nº 86, a 13 km de Villa Gral. Güemes, siempre viviendo de la siembra de algodón y cultivos de autoconsumo. "Este año probé con la siembra de 2 hectáreas de zapallo con riego por goteo gracias a la represa que tengo y aparte de eso tengo que no es con goteo, de eso aproximadamente mas o menos habrá quedado el 10 o el 15%".
La preocupación del agricultor no esta sólo en las perdidas del cultivo, sino también en los riesgos que acarrea en los reservorios de agua que son para consumo familiar, para riego y para los animales además del peligro para la salud de su familia.
La contaminación tiene su origen en aplicaciones, realizadas a fines de octubre, en campos vecinos que están alquilados a empresas a quien sólo al encargado, René Caballero, se le conoce la cara y su actividad productiva más relevante es la siembra de soja.
El 2,4 D es un herbicida que se aplica en barbechos químicos previos a la siembra directa, con destino al exterminio de malezas de hoja ancha, pero que sin embargo en las provincias de Chaco, Entre Ríos, Córdoba y Tucumán se encuentra totalmente prohibidas las aplicaciones aéreas y restringidas las aplicaciones terrestres, prohibiéndose su uso entre principios de agosto y fines de marzo.
Las causas que llevaron a estas prohibiciones radican en las consabidas consecuencias que genera este químico dada su alta volatilidad, que le permite, llegar a producir daños a varios kilómetros de distancia de su aplicación.
"El año pasado entregamos una carta al consejo deliberante de Güemes y otra al ministerio de la producción provincial, para que reconozcan la existencia del problema y sepan que aquí los perjudicados somos los campesinos y nadie ampara nuestros intereses. ¡Ya ves la bola que nos dieron!" dice don Robustiano Rojas, un vecino de Germán.
Esta localidad del centro formoseño, que en otros tiempos viera florecer su prosperidad económica de la mano del cultivo de algodón, es hoy una de las tantas localidades de esta región boscosa por naturaleza del gran chaco sudamericano, que se convierten en testigos del avance de esta forma de producción agropecuaria surgida de la convertibilidad menemista.
"Esta colonia era una romería de gente que trabajaba y producía, hoy quedamos muy pocos, se han ido porque el algodón no valía mas, porque el pueblo promete otras comodidades y ahora porque nos bañan con pesticidas y arruinan nuestro humilde trabajo. ¿Es justo esto para los que nos queremos quedar?" se pregunta el ardoroso Robustiano.
La nota de color, oscuro, con que se imprime este caso, es que el señalado como responsable del daño es artífice del 80% de los casos registrados desde el 2006, sin que con eso cayera sobre si alguna sanción de ningún tipo, ni la reincidencia afectara su modo de trabajo.
Baluartes de la defensa de la nobleza del campo y de la producción ante el conflicto de las retenciones, estos ya no nuevos sujetos agrarios, no hacen mas que destruir la biodiversidad y el ecosistema forestal de múltiples beneficios, inclusive económicos, implantar extensos sembrados uniformes que no generan empleo ni riqueza en las localidades y disputar territorios en forma violenta con muertes y contaminaciones que quedan siempre impunes.
Desde algunos sectores de la agricultura familiar se reconocen, es más, las debilidades en el protagonismo económico del sector, pero aún así, ¿no hay otra forma de avanzar hacia un campo con agricultores y con prosperidad que entregar a estos mercenarios nuestro patrimonio? ¿Es acaso ésta la única forma de emprender este camino?
Fuente: Agencia Rodolfo Walsh
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