lunes, 9 de abril de 2012

Chubut: diario íntimo de la barbarie


Denis y Sergio Aballay, que todavía pueden hablar, cuentan que salieron al boliche Místico de Trelew. Cuando quieren retirarse, un policía les dice que no pueden hacerlo con un vaso de cerveza en la mano. El vaso de Sergio se cae, o es derramado por una primera brusquedad del policía, o por cualquier motivo se derrama el contenido, sobre otro policía que estaba al lado. El hecho provoca una reacción en este efectivo que ya es ilegal: la agresión a Sergio, con golpes de bastón. Los hermanos, junto con tres amigos, huyen del delito de derrame de cerveza, perseguidos ferozmente por una policía que atiende sus propias urgencias, y que en su proceder protocolar les arroja piedras. Son alcanzados hacia el sur. Se les obliga a tirarse al piso. Allí se los golpea, según la reglamentación vigente, en estado de indefensión; Sergio huye y se lo balea con salva por la espalda, de acuerdo con lo que rige en la normativa de procedimientos. Se lo alcanza, porque la policía que golpea no quiere que ninguno se salga de marco, y se lo continúa golpeando hasta hacerlo ingresar en la comisaría cuarta de Trelew. Se lo hace ingresar por la puerta trasera de la comisaría, y se lo hace retirar por la misma puerta, pidiéndole que no hable de lo sucedido. Su cuerpo, sin embargo, evidencia siete perdigones de goma, cortes en el cuero cabelludo y todo tipo de golpes. Mientras tanto, Norma Fuentealba, la madre de los hermanos, llama a la sede policial y se le dice que allí no hay nadie que ella busque. Llama una vez y le responden así; llama varias y le cortan.


Sus padres, que tuvieron que pasar por el incordio y la humillación de tener que llevarse a sus hijos de la calle, golpeados, mirados intimidatoriamente por oficiales policiales que intentaron interceptarlos y pedirles que detuvieran el auto, pueden contarlo con sus propios hijos de testigo. Seguimos en el territorio indecidible e incontrolable de la suerte.


En ese territorio, estos chicos siguen vivos, pero Julián Antillanca no

Como los padres de Sergio y Denis Aballay, y esa misma noche, César Antillanca patrulla todas las dependencias policiales en busca de su hijo Julián, que también había salido al boliche, y que tampoco vuelve. Pero aquí no habrá más suerte, aunque sí habrá todavía mucha policía: habrá habido una salida del boliche, altercado, quizás, con la policía, y desaparición de su cuerpo. Sí: como en la época de los militares, negación en las comisarías, perversa ausencia de respuestas que no hacen nada por impedir sospechas de encubrimiento y un accionar que derivó en el asesinato de Julián, y no en la muerte por coma alcohólico que quiso imponerse desde el principio como versión primera. Hay un rostro desfigurado, el de Julián; hay sangre en el zócalo interior de la puerta trasera de un patrullero policial que de acuerdo con acreditación de la Corte Suprema de Justicia de la Nación corresponde a Julián; hay testigos que aseveran haber visto a la policía cargando un cuerpo en el baúl del patrullero, y la ciencia respalda las evidencias. Pero no. Pero con la policía no.


19 de marzo de 2012

En el edificio de Tribunales de Trelew, se lee la sentencia que define el juicio por los casos Aballay y Antillanca. En un recorrido que incluyó falsos testimonios e intentos de encubrimiento, con los detenidos sueltos y caminando sin esposas en pleno proceso de juicio, cínicos e intimidatorios y en su férrea coherencia ilegal ahora articulada con la anuencia del proceso judicial y con la pesadillesca poética de Kafka, los oficiales de la policía imputados, por pruebas “insuficientes” (más allá de las certificaciones fundamentales de la Corte Suprema de Justicia de la Nación; más allá de lo que hayan arrojado las pericias científicas; más allá de la declaración de los testigos y más allá de la obscena evidencia de la sangre de Julián en el zócalo de la puerta trasera del patrullero), son absueltos. Hacían bien en portar ese andar intimidatorio: ahora tendrán licencia para seguir golpeando, para seguir matando, para seguir vejando. Porque “la policía, la justicia y el poder político del Chubut, (…) funcionan cada vez más como corporaciones que se encubren mutuamente”. Por supuesto, señor César, el asesinato de su hijo lo confirma. Pero si la justicia no funciona, queda la ética, y estamos obligados, por ética, a nunca olvidar los nombres de los jueces Ana Laura Servent, Alejandro Defranco e Ivana González, que absolvieron a los asesinos. Oh, no: con la policía no.



26 de marzo de 2012

Tan sólo una semana después de la sentencia que dio vía libre a la violencia, el 26 de marzo también mataron a un joven, también en Chubut, también, qué duda puede caber, allegados al poder, vinculados con la policía. Porque es, fue, un joven que había declarado contra la policía en una vejación ocurrida contra un menor de edad, de apellido Almonacid, quien es representado por el abogado Sergio Rey, en la seccional segunda de Trelew, el 18 de enero. Lo habían violado con un bastón reglamentario. Como esos que habían golpeado a los hermanos Aballay y sus amigos.


Bruno Rodríguez, que estaba detenido por robo, escuchó todo lo sucedido. Denunció el abuso, identificó a los responsables en una rueda de reconocimiento y desde allí comenzó a ser intimidado y presa de “accidentes” contra su integridad física. La justicia determinó retirarlo de la provincia para su seguridad. Bruno apareció, esta misma semana, apuñalado, en la provincia, y profundamente mudo, en un silencio sepulcral, para beneficio de los policías que vejaron y torturaron al joven representado por el abogado Sergio Rey, en un caso que ya no tiene testigos.


Con la policía no

Justicia, libertad, igualdad, dignidad. Al menos cuatro palabras que de una vez por todas deben hacerse carne en todos/as los/as habitantes de nuestra provincia y de nuestro país. Un país con héroes en la policía, pero también con una policía profundamente bárbara, torturadora, que opera clandestinamente, que vigila al pueblo como si los ciudadanos fuéramos criminales, que "ficha" a las personas, hace seguimientos macabros, intimidatorios y monstruosos cuando concurrimos o participamos de marchas o de eventos pacíficos; un país con una ley antiterrorista vigente, a merced de las interpretaciones de los funcionarios corruptos y violentos que elegimos con una fe y una esperanza que se ven imperdonablemente ultrajadas, imperdonablemente burladas.



Fuente: http://www.marcha.org.ar/1/index.php/nacionales/98-policiales/893-chubut-diario-intimo-de-la-barbarie

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